jueves, 17 de marzo de 2011

CARTA SUICIDA DE UNA JOVEN










Al mudarme, encontré en un baúl, que la mudanza por pesado y espacioso había dejado para llevarlo después, entre otros objetos personales -álbumes, postales, libros con flores marchitas dentro, adornos, tasas con amorosas inscripciones, ropa…- una carta, a juzgar por las fotos de los álbumes, de una joven de buen aspecto, que a continuación transcribo:


“Ya ha pasado mucho tiempo desde que me abandonaste, entonces mi vida ha sido el peor de los sufrimientos. No sabes, como me mata el silencio, como no puedo comunicarle a nadie todo lo que siento, sin que por ello sufra además, despecho, repugnancia y el horrible “Te lo advertí”. Hice de vos el universo entero. Eras el centro de mi vida y yo giraba en torno a vos. Ahora por más que vuelvas, nada borrará este sufrimiento. Por ello, te envío esta carta; la única de tantas que han naufragado en mis manos. Sólo quiero que de ella seas digno vos, el ser más indigno de todos. Tengo seis meses de encierro. No te comunico esto para mover tu compasión. No quiero salir, me molesta la luz del día y temo a la noche. Mi día empieza después del sueño y va muriéndose con la conciencia. Sólo en ese abrir súbitamente los ojos, cuando aún no recuerdo lo que me has hecho, estoy tranquila. Una tranquilidad, como sabrás, de segundos. Han intentado de todo, hasta buscaron una prótesis con una apariencia de brazo humano exquisita, que he mandado a alejar de mis ojos. Venía un sacerdote, pero también se ha aburrido de querer ayudarme.
_Sólo vos podés -dijo ya cansado- ayudarte.
No comprenden que no quiero ayudarme y que lo único que quiero es que pronto se apiade de mi la muerte.
_Deja –dijo mi padre suplicante- la puerta sin el cerrojo.
_Descuida –le dije- no habrá de ser hoy.
La otra noche oí, decirle mi hermana Johana a mi Madre, que yo era una actriz y que chanteajaba a todos, para que me bañaran de compasión y otra noche, que lo único que necesito es…mejor no lo escribo, ya sabrás, como muy bien sabés, lo que se dice, en esos casos, de las mujeres. Me tienen sin cuidado. No es sólo lo tuyo, no. Es todo, es la vida misma y todos los dolores arrecostados sin solución.
Hay uno en particular, que me llevaré para siempre; de ninguna forma quiero hacerlo vivir en el papel. Ese dolor se ocupa de mí, desde niña. Ni Dios mismo bajado del cielo podría arrancármelo del pecho, sería como quitarme a mí misma. Ese dolor es tan yo, que sin él no sería. Ese dolor se fundirá conmigo, ese dolor tiene un tiempo y es el de ahora. Ha dicho muy claramente, ya. Guarda esta carta siempre, es lo que te pido, no la muestres, nunca, quiero que viva en vos un alma que fue más expresiva. En el baúl debajo de la cama encontrarás muchas cosas que te serán familiares; has con ellas lo que quieras; si alguna mortifica tu recuerdo, es mi deseo que la destroces; no quiero que nadie y menos vos, sufra por mí; dejen, si es posible, que se expíen todos los dolores conmigo. Dentro del jarrón azul, el que está ilustrado con una diminuta mujer china recogiendo flores, está la llave que abre el baúl, tendrás que escarbar en la arena que le hace de peso. Ábrelo solo, quiero que todo lo hagas solo, como si yo estuviera ahí, viéndote. Nunca he amado a nadie como a vos, descuida; sé que decirlo, no sirve de nada, no me cura y es posible que esta frase se ahogue en tus ojos, pero déjamelo escribir, quiero oírlo dentro de mí, pronunciarlo con mi voz interna ciertamente distinta. Sé que todo es culpa mía, sé que he sido muy cobarde…¡perdona!
He sido feliz, no obstante, hay recuerdos que dirijo en la noche. Jamás olvidaré tu rostro la vez que te vi en la estación del metro. ¿cómo era posible que encontrara a un hombre de mi país, en una ciudad del norte, y justamente a vos? Fue maravilloso saber que me conocías, que tenías una vaga imagen de mí.
Fue justamente este encuentro el que me inclinó hacia vos. Luego, intercambiamos teléfonos, pasearíamos por la ciudad, haríamos muchas cosas juntos, descubriríamos muchas cosas juntos.
Recuerdo la confusión de sombrías en la plaza, cuando se enredó la mía y la de aquella mujer y como las hicimos tirones. Estaba furiosa y vos, no sé de donde, de pronto apareciste con una sombría exactamente igual a la que lamentaba la mujer. Me dijiste que tan sólo unos minutos antes, la vieja la había comprado escasos metros de donde estábamos y que todas eran iguales.
Nunca como entonces me importó agradar a alguien. ¿Por qué te confieso esto?, no lo sé.
Nos tomamos muchas fotos entonces. Fue la mejor etapa de mi vida. Mi salud estaba cada vez mejor. Vos contribuías a que las cosas salieran bien siempre y yo me dejaba ir, como un tronco en un río sumiso, como Ofelia, lirio de agua, junto a los nenúfares, flotando en el remanso. Yo quería que aquello durara la eternidad. No pensaba sin embargo, que mi inmovilidad, mi dejarme ir, mi falta de impulso, era como en los columpios la fuerza que poco a poco se muere. Y así empecé a experimentar que la fuerza primera disminuía considerablemente. Fue a mi regreso, tres meses después del tuyo, que las cosas empezaron a sentirse distinto. No durante los primeros días, sino durante las primeras semanas. Pero yo callaba, acostumbrada a errar en esos asuntos. Creía que eran juegos de mi mente y que todo estaba exactamente igual.
¿No pasa siempre que quien siente amor tiene fe, que el amor se funda en la fe? Eso es lo que tenía en nosotros y se me figuraba todo de un color inmaculado. Pienso que si mi familia no hubiera interferido tanto, las cosas hubieran sido de otra manera. A lo mejor vos no hubieras sido tan cruel. Ellos contribuyeron a que fueras como una fiera enjaulada. No entendieron que si vos eras la fiera, ellos los barrotes, yo al final sería la víctima, una víctima incapaz de abrir la celda y salir. Mil veces prefería mi cautiverio a tu lado.
_Déjalo mujer, sólo problemas nos ha traído a todos.
_Sí, dejalo, ya mucho te hemos visto sufrir por él y vos no estás, ni has sido criada para aguantar tales cosas.
Como iban a entender, qué podían comprender ellos, lo que pasaba entre nosotros, lo que había dentro de mi alma y lo que vos significabas para mí. Detesto la frivolidad de buscar otra persona, el alma se encostra, se pone dura como el caparazón de un quelite y después uno se da cuenta que jamás ha amado, que el “Amor es un antiguo y equivocado proverbio”… Yo quería amar y lo he conseguido, pues no hay amor, si se llama amor sin sufrimiento.

Nunca vivirás tanto si ruegas no sufrir.

Próxima a fallecer vive

y no aspires a la tranquilidad;

esto que te ofrezco es amor.

Este poema, me lo creí al pie de la letra. Lo escribió mi tío fallecido. Fue para mí como la palabra de Dios. Aborrecí la tranquilidad, el aburrimiento, la muerte que me daba la tranquilidad, la vida cíclica, por ello pedí ir a México. Y mira encontrarte a vos, la mayor de las intranquilidades. Hay en la tristeza una especie de música que el alma, tensa como una cuerda, toca. También se puede gozar de la tristeza. ¿Existe una purificación mejor que el llanto? No el estridente llanto, más cercano a lo infantil, sino el llanto quedo, superior, la lágrima que rueda del ojo por la mejilla, a la comisura de la boca y que sabe a una comunión entre el hombre y su dolor. ¿acaso no hay mejor ejemplo de humanidad que esa? Te dejo esas reflexiones, para que me comprendas mejor. Y aunque sean erróneas ¿quién puede pensar en una certeza al menos? De todas maneras cada ser humano tiene derecho de plantear sus propias ideas acerca de la vida, aunque muchos, la inmensa mayoría crear poseer una, sin tenerla.
Perdona por estar próxima a cometer el más detestable acto que un ser humano pueda cometer, el acto más punible de todos. Yo encuentro aún más detestable este castigo de la existencia. No ha servido de nada, nada. Y los días horriblemente se repiten observando la ventana. Curiosamente hace buen viento a Ítaca. Adiós, me llevo para siempre la dicha de amar.”

lunes, 24 de enero de 2011

CONVERSACIÓN CON UN CICLOPE



Encontré al ciclope arrellanado a un árbol fumando un puro exagerado. Oye –le dije- pensé que seres como vos no existían. Su ojo se movió hacia donde el sol estaba suicidándose, luego rodó su vista hacia mí y dijo:
_Pues para mí no hay mayor irrealidad que verte y escucharte. Hasta hoy pensaba que los seres humanos eran la fantasía de un poeta.
El buen humor del ciclope me hizo sentir confianza.
_Sí, pues ya ves que no, somos más de seis mil millones.
_Y siempre tontos.
_La verdad sí, -dije divertido- cada vez dejamos más espacios para los ciclopes.
_Aun quedan buenos bosques en el planeta para escabullirnos. Más allá, bajando, hay una aldea de ciclopes; ahí tengo a mi familia.
_¿Con hijos?
_Sí.
Queriendo acabar con el absurdo y viendo que el ciclope estaba pronto a la respuesta dije:
_Vamos, no nos hagamos los tontos, vos sos sólo un sueño; el sueño de un hombre.
_Sí así fuera, como decís, si fuera el sueño de un hombre, tendría que ser tu sueño y vos no estas dormido.
_Probablemente si lo esté. Sos el sueño de un hombre olvidado y el sueño de muchos hombres incluyéndome. Posiblemente ahorita mi cuerpo físico debe de estar reposando en mi cama, al lado un ejemplar de la odisea o de la ilustración de un libro; el simple hecho de encontrarme aquí hace olvidarme de tales cosas.
_Tuviste mucho trabajo en hacerme, pues haber imaginado cada pelo de mi cabeza, cada milímetro de piel en mi cuerpo, mis uñas, los sitios que la ropa oculta, la ropa hecha hilachas, debió de ser agotador; todo, mis dientes, el ojo que me caracteriza, el juego de luces y sombras…
_No fue difícil, me ayudó el recuerdo. La ropa que llevas, el color de piel, el número de pelos ¡incontables! deben de pertenecer a muchas personas que viven en mi entorno. Hay suficiente material en mi cabeza como para combinar recuerdos y crear seres como vos.
_Sos muy bueno en ello, pues además me diste inteligencia, discernimiento, diálogo, respuesta, conciencia.
_Vos respondes con la misma inteligencia que yo pero con menos razones. Sólo deseas ser mi contrario, es tu papel.
_Ay algo más importante que eso que decís.
_Haber.
_Yo podría estar respondiendo contrariamente como un juego de tu mente, tu propia mente a duelo, pero cuando yo me vaya y vos no estés, cuando baje la colina a la aldea, yo seguiré siendo y ya no estaré en tus dominios, yo pensaré, hablaré de forma independiente con mis amigos y jugaré con mis hijos, mis hijos que no están ahora en tus dominios. Y cuando despiertes yo seguiré viviendo. Yo estoy más allá de lo que crees, el sueño es el único canal.
Luego de decir esto se puso de pie, en sus enormes tres metros, y me sonrió primero y viendo al ocaso dijo:
_Es posible que tengas algo de razón, pero no adviertes el mundo arcano de los sueños.
_Es muy vivido este sueño, los colores y las formas son muy reales. Siento el viento, huelo el olor de la hierba húmeda y el tuyo también.
_Y sólo por esta vez podrás olerlo, verlo, sentirlo; pues la puerta del sueño una vez que se abre se pierde y se cierra, a veces, para siempre.
_Podré volver a soñarte.
_Harás otro ciclope, pero disentirá de mí, no será yo; otra realidad otro sueño, otro universo ¿comprendes? y hay más.
-¿Más?
_Y los que nunca lograrás ver, los seres con los cuales nunca soñarás pero que no obstante están viviendo en vos. Así como Dios nunca soñará a los hombres, nunca mas abrirá su canal.
_Es una verdadera lástima.
_Sólo pocas veces se vuelve a encontrar la misma puerta. En los sueños muchas veces se recuerda sólo lo que en ellos pasó; es una prueba, de esa infinidad de universos a los que estas expuesto cuando cierras los ojos. No pasa que la mayoría de los sueños, despertando, los olvidamos. Pueden ser estos lo que están fuera completamente de la lógica de donde venimos, son intraducibles por lo tanto. No pueden adecuarse a la experiencia. Quizá una vez despierto no recuerdes al ciclope con el que hablas.

El sol se había ocultado y su luz aún vagaba en el cielo y los espacios. Las sombras poco a poco cubrían el paisaje. Quizá la noche sea trozos de sombras cosidas, pensé.

_Creo que amanece en vos –me dijo- y anochece en mí, debo de volver a la aldea.
_Es hora que despierte.
_Y yo que duerma.
Me tendió su mano enorme, arrugada, nudosa como hecha de las raíces del mismo árbol donde lo había encontrado reposando.
_He estado mucho tiempo con vos, espero soñarte.
_Quizás ambos seamos sueños del otro –le dije- quizá nos toque despertar a los dos, olvidarnos.
_Es posible –dijo riendo y empezó con pasos lentos a bajar la colina para ir a la aldea.
FRANCISCO RUIZ UDIEL:
Adiós a un gran poeta y amigo.


Rafael Mitre.


Para entonces andábamos debajo del brazo el primer número de TARANTELLA, era el primer festival de poesía de Granada y nos habíamos invitado solos. Sentado, con un público abundante, frente a una de las iglesias de Granada, miré pasar a un joven abochornado con un sequito de jóvenes haciéndole preguntas; me dije: debe ser él. Había leído en EL NUEVO DIARIO y comentado con mi amigo el poeta Daniel Ulloa, el reciente premio que había merecido por su obra: “Alguien me ve llorar en un sueño”; premio internacional Ernesto Cardenal de poesía joven. Entonces la generación emergente no tenía nombre, ni nadie que la distinguiese. Este era el acontecimiento; Francisco Ruiz se elevaba por encima de todos nosotros con una voz sobresaliente y una poesía de calidad, madura, descarnada, con la que al fin y al cabo me identificaría y -me atrevo a decir- nos identificaríamos todos. Años después, no recuerdo cuantos, pero pocos, fundaría junto a Ulises Juárez Polanco la editorial leteo ediciones. El primer libro que publicarían se llamó Retrato de joven con joven andante. Ahí aparecieron, por primera vez, los jóvenes más destacados junto a un nombre: Generación del desasosiego, bautizado así por Gioconda Belli, quien prologo el libro. Es decir la generación desinteresada de todo el ambiente político, cultural, social, una generación interiorista, individual, sin tranquilidad, quietud, serenidad. Después Daniel, quien ya lo conocía y con quién mantenía comunicación me lo presentó. Entonces nos cruzaríamos a lo largo de los años, compartiendo anécdotas agradables. Confieso que para entonces yo desconfiaba de su poesía, desconfiaba de todo lo que se escribía en poesía. Pero cuando fui invitado para el día mundial de la poesía en Managua por él, uno de los organizadores, y me quedé en su apartamento con otros jóvenes, me asombró su poesía, di vueltas a su libro, leí cuantos poemas pude, sólo para darme cuenta que estaba frente a un poeta de verdad, un auténtico poeta que desde entonces había de respetar. El año siguiente, en el 2006, él se encargó de recomendarme para participar en el Festival Internacional de Poesía de Granada, como invitado formal; entonces ya lo consideraba mi amigo. “Chocho -me dijo una vez sonriente, cuando le daba mi autógrafo a uno de los niños que andaba recolectando autógrafos de los poetas participantes- sos todo un poeta”, yo pegué tremenda carcajada, luego añadió sonriente: “chssss, callate, callate, callate, jodido”. Siempre le interesó hablar de poesía y le encantaba todo, las citas por ejemplo. En Managua, cuando vino por primera vez Daniel Ulloa de Alemania, le dije una de un poeta griego y él me la hizo repetir varias veces, “¿cómo es?, ¿cómo es?” : “Es Ítaca, y no duele”… ese mismo día fuimos a ver a un amigo tocar guitarra a un bar llamado “La Gaviota”. Él le pidió a ese amigo recitar un poema en el micrófono; en algún momento de la noche, lo escribió en una servilleta para que no se le olvidara y lo recitó en público, muy bien, como solía hacerlo: “Lejos –dice un fragmento del poema- está el puerto donde los barcos de ébano reposan su tristeza. Poco me importa llegar a ellos” Yo le pedí la servilleta donde lo escribió. Pedí recitar un poema también, pero ya era tarde. Entonces lo hice en la mesa, Francisco llevó sus manos al rostro, de pronto, y empezó a llorar. Después me dijo, pero mucho después, que lo había hecho porque algo en el poema lo había liberado; algún verso.

Es ese tipo de cosas que hacen de una persona al extremo sensible y que uno lleva para siempre en su alma, sintiéndose venturoso por encontrar, en el mismo sendero, de este atestado mundo de trivialidades y uniformes, a personas únicas.

Francisco Ruiz es uno de los grandes poetas jóvenes de Nicaragua, una de sus grandes promesas, que trágicamente perdemos, y quizás no sólo Nicaragua, sino Latinoamérica entera y su muerte es tan terrible como la del mismo Joaquín Pasos. Fue embajador de la poesía joven Nicaragüense, a él se debe que muchos poetas jóvenes hayan publicado sus primeros libros y hayan viajado a otros países a festivales y recitales internacionales. Por fin había dejado los medios tiempos y se dedicaba por entero a la poesía, a la cultura en nuestro país. Estaba en su mejor momento como poeta y uno, sólo esperaba de él, lo mejor. En su vela, Zerdán Zelaya me contó que una vez, para la muerte de Álvaro Urtecho, él había dicho apasionadamente, que la muerte de un poeta era el comienzo de otro. Deja un libro, ahora póstumo, que saldrá en febrero de éste año “Memorias del agua” que esperamos muy ansiosos todos. Hoy me desperté soñándole, me habló de dos poemas “batín cerrado” y “el ojo de la piedra”, estaba muy inmune y contento; me despedí de él. Que descanse en Paz, nuestro querido amigo, poeta entrañable. Todos lamentamos su partida y le lloramos.

jueves, 13 de enero de 2011

A FRAN



 ANAGRAMAS
     A ALVIE VENDANA.
    

    Ven la nave  ida,
     nave, ave, linda
     en la nada; vive:
    ¿le ven? ¡ida vana!
    

      EPIGRAMA
                                        
         
  
No podías, simplemente, 
entrar y cambiarlo todo. 
La miopía de la memoria
-que con los años aumenta-
no hacía menos preciso a
Andrés;
que propagaba su angustia
con un incendio de sombras.
Prescrito estaba tu consuelo.
Y por ello escribiste
para después, imaginando
salvar o humanizar un alma;
para después:
con la pulcritud de los muertos.

viernes, 17 de septiembre de 2010

CUENTO DE ADOLFO BERMUDEZ



                                                                                               A Mitre: a propósito del Pie que olía mal..




Eran tantas las cervezas escanciadas y las chivas de cigarrillo que adornaban el cenicero de madera, cuando empezó el relato del pie que olía mal, los que se desintegraban en elogios con martita -la guapa mesera del cuchitril cervecero- guardaron un respetuoso silencio al poeta joven, debo reconocer que martita cocinaba las mejores bolitas de carne de todas las cantinas circundantes.

No se que día era exactamente, las noches de desvelo etílico te pierden en el tiempo, como se pierden los maestros de primaria una vez que los fusila la jubilación; el relato se ponía cada vez mejor y el interés de las otras mesas se hizo evidente a tal punto que la grabadora fue censurada por un gesto magnanímo del dueño del lugar, todos imaginaron el pie, las uñas, talones y sobre todo el gancho de los dedos, siempre hay uno que otro salido que comentaba con suma seriedad que las chinelas rolter son perras a producir tufos.

Una buena toña tiene que estar semi helada, para que pase de un solo trago, sin fregarte mucho la garganta, un trago una cerveza, diez tragos y ya estas bolo, rápido y sin mucho preámbulo, luego, a hablar de lo que se te antoje, pero emborracharse es algo de responsabilidad, mientras mas rápido mejor; el relato continua y las gentes cada vez se agrupaba mas para escuchar mejor, el poeta, con ese gesto grave de los que en verdad saben disparaba palabras entendibles a todos.

Llevabamos cinco cervezas y el pie que olia mal no tenia la menor intención de morir, fue entonces cuando a otro de los que estaban allí se le ocurrió callar al poeta, hizo una breve llamada por teléfono y casi de inmediato apareció un hombre de unos treinta años vestido con saco y corbata, se acercó al poeta y le dijo: Poeta tengo un trabajo para usted, ¿me puede usted hacer los planos para un nuevo banco que se instalará a dos cuadras de aquí?, el poeta guardo de inmediato silencio y respondió con fuerza: ¡veamos el terreno!. Emborracharse es cosa seria y con cinco cervezas no es suficiente, se necesitan diez, dijo el que llamo al Banquero….

jueves, 2 de septiembre de 2010

EL PIE QUE OLIA MAL (CUENTO)




EL PIE QUE OLIA MAL.



Rafael Mitre

Harto del insoportable olor fue hacia la cocina y, con el cuchillo de cortar carne, cercenó su pie derecho. Abriendo las puertas de la alacena halló una bolsa plástica negra y ahí lo depositó con asco. Era tan intenso el hedor, que todas la noches –a la hora que volvían de sus diversos trabajos- los vecinos le suplicaban que por favor fuera más aseado. Él se excusaba diciendo que hacía todo lo posible, se lo lavaba bien, usaba algún tipo de medicamento –frotándoselo con los dedos de sus manos entre los de su pies-, pero que todo eran en vano, el pies seguí oliendo del mismo modo. Tanto se vieron afectados los vecinos que algunos optaron por mudarse, otros -no tan persuadidos- decidieron hacer la lucha en la jefatura de policía, donde no fueron tomados en serio
–Hay cosas de verdadero interés, señoras y señores -dijo el capitán encargado- como para preocuparnos por una pata hedionda.
No obstante, el tufo tenía un buen radio de influencia, de efluvio. Los pájaros de vuelo circular estaban en la cumbrera de su techo como paraguas.
_Esto está fuera de mi comprensión doctor -dijo el hombre a su médico- este pies, está sano, no tiene ninguna tumefacción, nada supura.
Pero el médico y todos los médicos que lo vieron tampoco se lo podían explicar. Se limitaban a decir, para sí, tratando de justificar su fracaso: “Es un caso rarísimo, rarísimo, muy raro”
Aquello, como si no fuese mucho tormento, lo supieron los medios de comunicación quiénes llegaron con su abundancia de micrófonos y su miríada de preguntas idiotas.
_¿Se baña usted?
_¿Por qué no se frota con Fungil?
_¿Usted cree que se debe aconsejar a los niños que después del baño se sequen bien los pies?
_¿Nos lo muestra por favor?
_Uf, ¿cómo ocurrió?
Y él, muy pacientemente, contestaba: “Me baño todos los días, quizá mucho mejor que ustedes y varias veces. Compro el mejor antimicótico que está a mi alcance. Yo creo que los niños debería de cuidar más sus pies y que el aseo es lo primordial. Pero esto no es por falta de aseo; sepa Dios qué será; los médicos están confundidos. Vean, este es el pies que expele esa pestilencia; como se observa no tiene nada raro; lo malo está en su mal olor. Ya les dije, ocurrió de pronto, una mañana, al despertar, nada más puedo decirles.”
Los reporteros de televisión se tapaban la nariz y la boca con la mano -algunos llevaban nasobucos- para que los televidentes prestaran atención que la cosa iba en serio.
Si no las espantaban, una nube de moscas poco a poco se acumulaba en su pies, que había perdido un poco de sensibilidad. Cuando esto ocurría, parecía un tipo de envoltorio oscuro, de laminillas plásticas transparentes en movimiento.

Fue historia internacional. Solamente los Gines Record –y no sabemos por qué- no prestó atención a su excepcionalidad. Y con el tiempo aquello dejo de ser tan notorio y se fue resolviendo y olvidando poco a poco. Los vecinos que no querían mudarse, al fin se mudaron, su madre y familiares, acostumbrados a dar declaraciones, no volvieron a asistirlo o siquiera visitarlo. No volvió a su trabajo, no volvió a las calles, no salió siquiera de su habitación sino para ir en busca de su pábulo. Ensimismado, frente al televisor, se la pasó por meses. Había siempre en dirección a su pies un abanico que ayudaba a enviar lejos a las moscas. Era una casa llena de zumbidos y de olfatos husmeando. Algunas veces le sorprendía, detrás de la ventana, un zopilote, mirándolo con descaro, como diciéndole:
_Vamos, no me engañas, vos estás muerto.

Así, esa noche, harto, lleno de ira, con todos los recuerdos malos haciendo peso en su nuca, sin sentir el menor de los dolores o apertura de arrepentimientos, cortó su pies derecho y cojeando lo echó en una bolsa plástica llenándolo de improperios.
_Prefiero ser cojo –dijo al final- que soportarte otro día.

Esa noche se acostó y tuvo el mejor de los sueños. Pero a la mañana siguiente, al despertar, el horror volvió con su conocido efluvio en su pies izquierdo.



JAURIA NOCTURNA



JAURIA NOCTURNA

1

Tu recuerdo y los que fluyen a él gotean
de un sólo punto del cielo raso.

En tu rostro está mi arca
naufragando.

Estoy tan avergonzado;
mi alma es un suicidio,
mi amor un celentéreo.

Tengo miedo,
tan sólo mis nervios se asen,
muertos de frío, a mis huesos.

Me besa la ausencia
cuando cierro los ojos,
cuando los abro me acuchilla con el sol.

Debajo de mí
un León que abre puertas me persigue.

Mis plegarias vuelan queriendo ser cortejos.

Cuando llueve
y los cristales se emperlan,
tu sudor acompañado me duele.

Mi ángel,
Mi amor:
_ ¡Sos una rata en mi garganta!

En mi pecho un diapasón.

2

Sos de la costilla de mi alma.

Te encuentra el que todo lo perdió,
te ama
el que de la muerte te siente vuelta.

Tan recóndita estás
que tu recuerdo tiene mil años,
tan adentro que,
al tocar mis cuerdas, suenas angustias.

Moras en el sitio donde nace la música.

Tu silencio no cabe en la poesía,
tu silencio
no cabe en la memoria de la noche.

Pues,
ofrenda es el sigilo de los objetos,
lo que crece y estalla
lluvia en tu tierra.

Lágrimas -mares rodando a la nada-
corran y hágale un espejo,
atrápenla como en ámbar un insecto.

Queda el deseo de esa puerta cerrada y perdida.

3

Mirar por la ventana es tocar recuerdos,
sobarlos
como gatos sobre las piernas y soñar
púas.

La angustia pone cuatro paredes,
un techo y un piso a los cambios,
mientras una corriente de aire gira
y se filtra por una oquedad.

Parecen saltar perros
por un pedazo de muerte;
es un teléfono, una calle recién
pavimentada con la espera,
ella partiendo cebollas,
con sus ojos, en una ventana.

Estos perros parecen saltar a ratos
y desesperarse
ladrando en el idioma de un hombre sin piel.

Allá,
donde acaso miramos
con la esperanza de hacernos ahogar,
el sol se mata,
llenando de tifus los alrededores.

4

Sos el viento entre los árboles de la montaña,
la orina vertida en el sotillo húmedo;
sos mi ojo rodando por las alcantarillas,
mi ojo amarillo pintado por el insomnio;
sos el huésped interior que, de pronto, sale;
mi esperanza levantándome del sepulcro.

Costilla encendida en la noche,
costilla cuyo fuego es la melena de un león,
costilla que en el agua es aguja
de sutura colgada del cielo,
te has llevado los números
con los que pudiera contar mi tristeza.

Yo te quería
porque tu silencio se parecía
al silencio del que espera la caricia.

En el árbol seco,
visible sólo por su miseria,
soy el pájaro que canta mudo
presa de tu canto.

miércoles, 15 de octubre de 2008

LAS JAURIAS POEMAS POR RAFAEL MITRE


JAURIA I


1

Réplicas de bestias que no existen,
espectros
que se apoyan de las paredes.
Las intento escribir
con el óxido de mi espejo
y no me salen.

En charcos de íntimo sudor
sus voces de soga
se rompen.
En líquidas llanuras
de palomas
los sonidos asechantes
de sus nudillos
nadan como peces.

Medias astas
en los resquicios del aire;
ya pronto que vienen y no lo hacen,
dejando en mis labios el temblor,
y en mis ojos el abismamiento.

¡Bestias malditas,
gargantofílicas de botellas rotas!


2

Mirar por la ventana es tocar recuerdos,
sobarlos como gatos sobre las piernas
y soñar
púas.

La angustia
le pone cuatro paredes, un techo y un piso a los cambios,
mientras gira una corriente de aire
que se filtra por una oquedad.

Parecen saltar perros por un pedazo de muerte:
es un teléfono,
una calle recién pavimentada con la espera,
ella partiendo cebollas con sus ojos en una ventana.
Estos perros parecen saltar a ratos
y desesperarse ladrando
en el idioma de un hombre sin piel.

Allá,
donde acaso miramos con la esperanza
de hacernos ahogar,
el sol se mata
llenado de tifus los alrededores.


3

Un colibrí descubre en mis ojos
una flor amarilla a punto de romperse
y en busca de otra metáfora huye.

Palomas perdidas entre paraguas,
higueras que conversan la tormenta.
Maicosvsky desde la pared,
con el seño partido a palos,
es un poema mío
en donde la madrugada
se mete por el espejo.
Gritos de bolsas atrapadas.

Me golpeo
-Mis muñecas
en las sienes-
Pasa un arco por mi pecho.
Ella gira por la esquina
-costilla encendida en la noche,
costilla cuyo fuego
es la melena de un león,
costilla que en el agua
es una aguja de sutura
colgada del cielo-
llevándose los números
con los que pudiera contar mi tristeza.


4

Soy el perro de mi sueño
que crece en la calle mientras ando.
El perro ancestral que esperó
que naciera para morderme.
El perro pintado con crayolas
que sirve de custodia a mi interior.
El alias que me saluda con un ladrido
en la ventana colgada de un clavo.
El que suelta, todas las correas
y libera por lastima todos los bozales.
El ciego que tiene por sombra un perro
para ciegos. Soy esto y el tiempo
de esto que será sólo líneas.
¿Cuánto tiempo pasé evadiéndome?
¿Cuántas veces le puse el dedo
en la boca al que venía tras de mí?
¿Cuándo dejó de funcionar el gregario?
Soy el que se tropieza mientras huye
el otro al que le duele. Soy el niño
que comprime en su boca, como una uva,
el corazón. Soy el otro detrás de mí
tomando su rostro de un sueño borrado.


JAURIA II


1

Copio mi voz en el agua
y descubro mi silencio.
Mi silencio es la noche
devorada por un suicida.


2

Cambian en el espejo
por otro a un hombre.
Yo no sé su nombre:
piedras le han tirado a su reflejo.


3

Cambio de pensamiento por temor
a que los perros huelan mis anacronismos.

Estas cosas son ecos fáciles
esperando el concierto de los poros -lo sé-

La infelicidad planea hacer dobles consistentes
y en su error, zurce como a un muñeco, mi rostro

Nada……………………………………………..

Vivo como si la peste escuchara mis insultos.
Vivo como si mi alma tuviera grietas de atardeceres.

Mi memoria es una mosca sorbiendo calendarios.

Mi piel,
mis estornudos,
mis excrementos
inventan el polvo de los caballos que no vienen…

COCIDO DE NOCHE BUENA POR RAFAEL MITRE





Como las agujas que entran y salen en el tejido son mis pensamientos. Algunos ni siquiera tienen el privilegio de un tiempo digno y fulgen de repente como esas sombras extrañas que miramos pasar de soslayo y que al buscarlas nos hacen dudar de su existencia. Otros luchan contra mi vida en la noche, internándose en mis nervios: leche fría de refrigerador; sisellas trituradas cayendo en mi espina dorsal. Entonces me levanto, tomo algo, enciendo un cigarrillo y miro por la ventana hasta alborear, hasta que la carne viva del cielo aparece y va cubriéndose poco a poco de una piel dorada, feliz. Quisiera patear esta solemnidad tirar está esfera de vidrio al suelo. Mis ojos son dos círculos sin contorno en la noche que me miran; dos túneles por donde el viento pasa para darse de topes con dos lunas. Me olvido como al Golem, el espejo me olvida. Tengo una voz que me dice y cuyo eco no encuentra mi voz. ¿No es extraño, ir hacia algún lugar sin ir? ¿Yo doy los pasos o en cada paso alguien más los dá? ¿Soy el que va en el vagón?...

Las manos en las piernas, pequeña, mirando una cerveza: Icono antiguo. -Había una mujer en el MADRE TIERRA- Pelo corto, rubio, ondulado, a veces volteaba y veía sus ojos verdes,: “yo he decidido estar aquí, 25 de diciembre” -decía y añadíamos- “no me importa la fecha pero estoy triste. Me molestaría ver a alguien que quiero”. Apoyaba el codo en una silla de mecer y mecía el bolso negro, después proyectaba en la pared sus pensamientos.

“Feliz Navidad, venga un abrazo” “Pablo, Feliz Navidad, Odelba, Tania” “Feliz navidad hermano, ¿qué es lo que más desearías? ¡Pues que se muera el de los rotulos ese…” Tres, cuatro cohetes y listo. “¡Vengan todos, todo el mundo a mi casa. Coman conmigo, que nadie se quede sin su nacatamal…, aunque no creamos en ella, recémosle al niño, al niño que va en el vagón”. Daniel es el mundo en ese momento, también lo fue un niño al que salvé con siete córdobas que yo necesitaba. Lo fue el borrachito de la media de “Caballito” a las siete de la noche cuando tenía fiebre.

El mundo y las personas también son como agujas que entran y salen: aparecen y desaparecen. ¿He mirado tanto al aire como la mujer a la pared? ¿Le tengo compasión a las versiones de mi historia?

“Me caería bien otro traguito de ron, aceptar la invitación de Hary a comerme un hinchidito, ¡qué hambre!” “¿sabés que nos hizo falta esta vez” “la guitarra”… Se miraba tan hermosa mi familia en la fotografía que no parecía mía, que era una advertencia. “No jodás, qué mierda de navidad, que mierda de gente, que mierda de gobierno, tres, cuatro cohetes y listo”. Ron, más ron y la casa de Daniel con su madre (“recién llegada del mundo, con sus canas tías que hablan en tordillo retinte de porcelana, bisbiseando por todos sus viudos alvéolos; y con cubiertos francos de alegres tiroriros, porque estanse en su casa”) a tomar un poco de sopa de pollo. Cold Play, Bunbury hasta las seis de la mañana. Algunos videos de la Fridita, porque Daniel no la olvida ni por un minuto: Las gradas azules, un pie, otro, zapato café cuero de guatusa, otro golpeado las gradas, el balde ¿azul? (si la memoria no fuera un mosaico de colores perdidos, sí a nadie le diera por apedrear los vitrales de la memoria…) una mano en tensión, el brazo, velocidad y la última grada. Alguno de los dos, a lo mejor Rahel, por aquello de poner a la niña en el monte en “cerro largo” para que yo le tomara una foto “como si fuese una niña abandonada” con un vestidito lindo, rojo, de flores dibujadas infantilmente en amarillo: “como esas muñequitas de porcelana rusas que caben unas en otras más grandes ¿cómo se llaman?” “pero esas muñecas son feas”, por travesura se le ocurrió ponerla en el balde. El brocal ¿azul? que deja de ser oblongo, que deja de ser el ojo de un oriental. Dentro la niña vestida de rojo con florecillas amarillas dibujadas infantilmente. “Vos sí sos maldito Mitre, recordarme, el otro día, a la chaparra. Que la saludara, que le dijera tic tac tic tac cuando estuviese en Alemania, si sabés como darme en las costillas” Si me recuerda será sólo por eso. La alborada. La blanca alborada. La leche del refrigerador vertiéndose en mi espina dorsal. “Vamos al salto aquel, al del roblar”; “vamos”. Una enorme serpiente que no termina de sumergirse, una enorme serpiente blanca que hunde profundamente a la niña de las lluvias de octubre. “Tengo una cara de bolo encachimbada” “de desvelo” “somos los únicos que seguimos la tradición de amanecer”, “y los bolos que se quedaron en las gasolineras” y aquellos, las sombras, los fantasmas mirando desde un acantilado la carretera. Los que se tiran sin avisar, comida de buitres, comida de silencio.
La luna sobre el calvario era realmente hermosa. El sol amarillo golpeando el verdor. La catedral blanca, blanquísima, recién pintada, comida de pintas de poeta. La noche metida en el día, el día en la noche. Los pararrayos. Los cables negros de energía eléctrica. El azul. “Con un angular esa foto quedaría caballada”; “juelacienputa no tener las mierdas, me enturca”; “con un zoom”; “no es una gran foto fíjate” La memoria es tan sólo una mala interpretación de lo sucedido. “y sólo en ésta época del año se puede hacer una foto así” Estará mordisqueada de un lado y diremos: La luna de ayer era otra. El disparo, plash; el instante del disparo a la maldita vida en las manos del poeta que el sol hermoso asiste. Esa es la imagen. “es que el nicaragüense no entiende conceptos, sino imágenes, metáforas”. Esa foto. “quedó culazo, le hiciste huevo”.